Las conductas infantiles inadecuadas pueden presentar cierta «normalidad» en determinadas etapas del ciclo vital. Sin embargo, cuando la magnitud, frecuencia o perseverancia en el tiempo de las mismas son excesivas, pueden necesitar la intervención de un profesional de la salud para corregirlas a tiempo.
Hoy en día, gracias a los avances de la genética sabemos que, en casos concretos, los episodios de conductas disruptivas no son unicamente por causas educativas, también pueden ser consecuencia de un trastorno genético subyacente (p.e. Síndrome X Frágil). Es habitual también encontrar niñs especialmente agresivos entre el colectivo que a sufrido carencias afectivas en la infancia y han crecido sin la presencia de sus padres o unos modelos de referencia adecuados.
Los niños con trastorno de conducta tienden a ser impulsivos, difíciles de controlar y despreocupados por los sentimientos de los demás.
Los síntomas pueden abarcar:
- Romper las reglas sin una razón clara.
- Comportamiento cruel o agresivo hacia personas y animales (por ejemplo, intimidar, pelear, usar armas peligrosas, forzar la actividad sexual y robar).
- Ausentismo escolar (inasistencia, que comienza antes de los 13 años).
- Consumo excesivo de alcohol y/o de drogas psicoactivas.
- Iniciar incendios de manera deliberada.
- Mentir para conseguir un favor o evitar tareas que tiene que hacer.
- Escaparse.
- Vandalismo o destrucción de la propiedad.
Estos niños a menudo no hacen ningún esfuerzo por ocultar su comportamiento agresivo y pueden tener dificultad para hacer amigos verdaderos.
Pese a ello, una adecuada educación temprana, puede influir en gran medida en la expresión final de esta conducta. Niños que presentan un escasa empatía o reciprocidad emocional hacia otras personas pueden ser adiestrados en técnicas de autocontrol y mejorar su repertorio violento.