La impulsividad es actuar de forma rápida y sin pensar en las posibles consecuencias negativas de actuar así. Con el desarrollo intelectual del niño y la educación, se van desarrollando mecanismos de autocontrol, de freno de estos impulsos de forma consciente. Ésto permite que a lo largo de la infancia la conducta del niño mejore, y se adapte poco a poco a la vida en sociedad.
El Trastorno del Control de impulsos consiste en la incapacidad del niño para resistirse a ciertas tentaciones. Ésto le lleva a cometer actos sin tener en cuenta sus consecuencias.
Hay tres etapas en toda conducta impulsiva: En la primera, la ansiedad del niño va creciendo. El deseo se hace cada vez mas fuerte y el niño se encuentra en tensión, cada vez mas inquieto. En la segunda, se desata la conducta a veces de forma explosiva. Sin tiempo para pensar en las consecuencias, sin importar nada más, sucumbe a la tentación. Finalmente, una vez saciado el impulso el niño se arrepiente. Siente culpa y se da cuenta de las consecuencias. Esto a su vez le provoca más ansiedad cerrando el círculo. Puede llevar a que el impulso se repita una y otra vez de forma incontrolable.
Los niños impulsivos actúan sin apenas pensar, no son capaces de pararse a reflexionar en las consecuencias de sus actos y suelen tener problemas por su comportamiento inapropiado.
Les cuesta mucho trabajo mantener la atención en algo concreto durante un tiempo prolongado; normalmente se muestran impacientes, tienen verdaderas dificultades para prolongar su tiempo de espera o para resistir a la tentación, cuando tienen una necesidad se ven obligados a satisfacerla en el momento. Sienten mucha frustración cuando no consiguen lo que quieren y pueden acabar teniendo una rabieta, llorando o dando patadas como reacción a este malestar.
En el polo opuesto se situaría el autocontrol, definido por la capacidad que tienen las personas para autodirigirse de forma voluntaria y adaptativa en función de las características y necesidades del contexto. Se relaciona con la anticipación, ya que actuamos de una manera u otra para controlar posibles consecuencias futuras no deseadas o provocar activamente las que queremos conseguir. El autocontrol permite a la persona expresarse, actuar y rectificar en la forma en que más le convenga en función de sus necesidades y en el momento que quiere.
La impulsividad, actualmente, se detecta y diagnostica como parte nuclear del T.D.A.H. (Trastorno del déficil de Atención con o sin Hiperactividad).